domingo, 1 de agosto de 2010

Y vengo.

Cuando dejé “Voy”, nunca pensé que tardaría tanto en llegar “Y vengo”; Diversas causas han llevado las cosas por recodos inesperados. Estando en Europa tuve pocas ganas de bloggeo (propio, digo, porque sí que disfruté del ajeno), y al volver a Africa me encontré con un mundial en Sudáfrica que nos dejó a los países que dependemos de ella para comunicaciones (y tantas otras cosas) con muy poquitas posibilidades. Así que comidos sin demasiado provecho todos mis bits de Junio y Julio, ha sido larga la espera para que por fin Agosto llegue, con mi remesa nuevecita de bits, y poder volver al bloggeo.

Durante este tiempo preparé algunas entradas, sobre vacaciones en Europa, etc, que ahora no me siento con ánimos de poner, debido a la pérdida de unos amigos aquí en Africa que nunca se debieron ir, por lo menos no ahora. Dejo éste tema para una próxima entrada.

Así que en un corto resumen, dejo alguna foto de cosas que disfruté de una forma especial en mi vista a Pamplona; Este año no correteé arriba y abajo como acostumbro, debido a necesidad de descanso y calma por un lado y especialmente a que era momento de estar en compañía de mi familia el mayor tiempo posible.
Y lo que más disfruté desde luego, fue de la pandilla de buntfu que tuve la suerte de abrazar, y otros a los que no pude abrazar pero aturré con largas conversaciones gracias a las nuevas tecnologías sin dependencias lechúcicas.

Hacía varios años, como siete más o menos, que no veía a los gigantes de Pamplona; solo son visibles en San Fermín y ocasiones muy señaladas; Pues dio la casualidad de que este año se cumplía el 150 aniversario de su construcción por Don Tadeo Amorena, y durante las semanas que pasé en Pamplona, fueron visitando los diversos barrios de Pamplona durante los fines de semana. Cuando vinieron a mi barrio, quedé con un grupo de amigos para verlos. Y fue tal la emoción, disfrutar de sus bailes, los gaiteros, kilikis, zaldikos y cabezudos, que me perdí de mis amiguetes, embobado siguiendo a los gigantes. A la hora de comer, los gigantes montaron en su camión, y me reencontré con los restos de amigos que habían aguantado hasta el final, especialmente con sisi, con la que disfruté luego de una agradable comida y laaaarga sobremesa (creo que todavía está tomando aspirinas). Hay que explicar que muchos pamplonicas tenemos un gran cariño por estos gigantes, que constituyen una parte de las famosas fiestas muy desconocida pero muy especial y de alguna forma íntima y entrañable para nosotros.

Camion (WinCE)

El paraje de Oianleku era desconocido para mí. Mi amiguete Mikel sabe bien que una de las mejores formas de levantarle la moral al que escribe es llevarlo a pisar hierba, a ver verde, corretear por el monte; Y en una corta visita de fin de semana a su tierra, se encargó de ello. Me llevó a ver el crómlech de Oianleku, supongo que por si acaso es cierto, sus efectos mágicos hicieran también su trabajo. Lo que sí tuvo magia desde luego fue la subida, en uno de esos días guipuzcoanos de densa niebla, que se pega al musgo de los árboles (hola leo), el olor de la hierba empapada, la compañía, el reencuentro con esos montes que tanto me gustan, hicieron un día muy especial (lo que pueden llegar a dar de sí unas zapatillas de 10 Euros…). El monte Urgull, La Concha, la isla, todo sigue en su sitio, y fue un placer disfrutarlos de nuevo.

Y, por no alargarme, tantas otras pinceladas que hacen de las visitas a Europa algo esperado, disfrutado y querido; y la palabra buntfu adquiere toda su dimensión.

De vuelta en Africa, el invierno austral, época seca aquí, me deleita con unos preciosos días de cielo azul intenso, sin una nube, agradables temperaturas diurnas, y noches frescas que se disfrutan al calor de la chimenea.

Un gran abrazo para toda la pandilla de buntfu de allí.