Baños en la selva.
Uno de los safaris que más hago consiste en un paseo andando en un parque cercano que ocupa todo el día. En ocasiones, hay personas que, por la razón que sea, parece que la única brizna de hierba por la que han tenido oportunidad de andar es la de algún parterre de la ciudad en la que viven, así que la situación en la que se sienten al bajarse del coche y decirles que
Al cabo de una hora andando, alguien me pide baño; Le digo que detrás de cualquier árbol, y me mira con estupor. Bien, no hay problema, le explico, voy a asegurarme de que alrededor de ese árbol no hay nada; limpio un poco las hojas en el suelo, golpeo y remuevo los alrededores con un palo, y le digo que me alejo unos metros pero que estaré vigilante, que no se preocupe. Me sigue mirando con estupor. Remuevo y pateo un poco los arbustos de los alrededores, para demostrarle que no hay nada, pero sigue sin moverse. Hago la misma operación en un árbol más grande, pero sigue igual. Me paro sin saber que hacer y entonces me comenta muy seria que si no hay baños, baños de verdad, por las cercanías, que no le importa esperar diez minutos. Le digo que no, no los hay, el más cercano es el del campamento que dejamos hace una hora. Me contesta airada que debería haber baños cada cierto trecho, y que se niega a seguir; Así que volvemos al campamento principal y el safari se da por terminado.
No me gusta llevar trastos inútiles en la mochila, sólo lo realmente esencial, pero desde entonces he añadido un baño portátil hinchable a mi equipo de campo.
La naturaleza “salvaje” pasa por mi puerta.
Desde la amplia terraza del lugar donde vivo se divisa ampliamente todo el jardín y la verja de entrada. Ha ocurrido en varias ocasiones que alguien sentado
Alguna vez he pensado en pintarle rayas a uno de mis perros, grandotona ella, a ver si cuela como cebra.