O de cómo todos los niños de un país se las arreglan para organizar una borota nacional de dos semanas.
Hace ya algunos años, en la región donde vivo, Hhohho, los niños de una escuela empezaron a contar que al ir al baño, oían una voz que les llamaba y les hablaba. No le podían ver, pero le oían claramente.
Al cabo de unos días, empezaron a decir que también les tocaba en el hombro, por detrás. El ente, genio, fantasma, espíritu, diablo o lo que fuera empezó a hacerse popular en la escuela, así que incluso le pusieron nombre: Pinky pinky.
El caso es que Pinky Pinky debía tener el don de la ubicuidad, porque también empezaron a notar sus efectos en otra escuela de la zona. Y luego en otra, y en otra. En pocas semanas, Pinky pinky hacia sus apariciones en todas las escuelas de la región de Hhohho, y empezó a hacerse notar también en escuelas de otras regiones del país.
A estas alturas, Pinky pinky ya incluso había sido visto por algunos niños, que lo describían como un ser mitad hombre y mitad mujer. Su lugar preferido seguía siendo los baños, pero también empezó a aparecerse en otros lugares. Pinky pinky iba volviéndose mas y mas descarado, y hablaba a los niños incluso en presencia de adultos, pero sólo los niños le podían oír y ver. Los niños empezaban a estar asustados, no querían ir al baño o quedarse solos un momento, el único tema de conversación en todas las escuelas del país (y en las calles y periódicos también) era Pinky pinky. Los profesores empezaron a tener problemas controlando a los niños, y mantener la atención en las clases se convirtió en un imposible. Algunos profesores también empezaron a relatar apariciones de Pinky pinky, así que el suceso se convirtió en un problema nacional de tal magnitud, que el gobierno decidió cerrar las escuelas de todo el país durante un par de semanas, durante las cuales inyangas, sangomas, cazadores de espíritus, exorcistas, cristianos ahuyentadores de diablos, etc, etc, fueron contratados para que alejaran a Pinky pinky de las escuelas.
Parece ser que la cosa funcionó, y por ahora nadie ha vuelto a hablar de Pinky pinky.
A mí siempre me pareció una especie de geniecillo simpático, aunque sólo sea por el nombre, y por supuesto, la historia de Pinky pinky me puso en bandeja la posibilidad de ir dando sustos a diestro y siniestro, tocando en el hombro y por detrás a conocidos, amigos, compañeros de trabajo y cualquiera que se pusiera a tiro, a la voz de ¡Pinky pinky! Menudos respingos. La historia duró meses.