Apareció hace 4 años, una noche de primavera. Se oían extraños ruidos en la chimenea. Evidentemente, un pájaro se había colado por la parte de arriba, y no acertaba a salir ni por arriba ni por abajo. Todos nos fuimos a dormir pensando en cómo hacer para sacarlo.
A las 7 de la mañana, un grito estridente de horror, terror y pavor despertó a todo el mundo. Di un salto y salí de mi habitación a toda prisa; Una chica, blanca como el papel, con los ojos desorbitados y la toalla que supongo la envolvía en el suelo,
me miraba pasmada señalando y balbuciendo “allí, allí…” . Y allí, en efecto, revoloteaba la… Ella. La chica había abierto la puerta de su habitación y la… Ella le había pasado volando por delante de la nariz, dándole un buen susto. Todavía jovencita, no parecía demasiado asustada. Se posaba aquí y allá, unas veces mirándonos, otras veces oteando a través de las ventanas, utilizando de percha los sitios mas extraños que imaginarse pueda.
Bajando hacia la sala de estar, me fui encontrando restos de hollín en las escaleras, la barandilla, encima de un plafón, sobre los mapas, revistas y folletos informativos de la entrada… Las cortinas de la sala de estar eran un poema, los sofás estaban llenos de huellas de ceniza con la forma de las garras de la… ella, el suelo para que contar; La… ella se había pasado unas cuantas horas remozándose las plumas en el hollín de la chimenea, y luego se lo estaba sacudiendo muy pulcramente (para ella) en el interior de mi casa.
A la chica le di una tila y su toalla para que se envolviera de nuevo, y a la… ella le abrí todas las ventanas para que saliera a la vida salvaje del exterior a acabar de sacudirse sus lindas plumas. Se pasó un buen rato revoloteando por el interior de la casa, visitando baños y habitaciones del piso alto, posándose en las ventanas abiertas mirando al exterior, hasta que, al fin, decidió dar la visita por terminada.
Lechuza común o de campanario, Tyto alba, Ingovazana en siSwati, ave mediana de unos 35-40 cm de alto y casi 1 metro de envergadura alar, claramente reconocible por su cara en forma de corazón, hábitos generalmente nocturnos, portentosos sentidos de audición y visión, excelente cazadora, se alimenta principalmente de roedores, incluyendo también en su dieta insectos, reptiles, anfibios y otros pájaros. Se cree que la forma de su cara hace las funciones de extraordinario receptor de radar con el que localiza los sonidos que hacen sus presas, se lanza sobre ellas en total oscuridad más flotando que volando gracias a las especiales características de sus alas, que le permiten planear muy cerca del suelo sin hacer apenas ruido. Por esa forma especial de “flotar”, su colorido fantasmal y la forma de su cara, es considerada en muchas culturas como cosa de brujería, dándosele nombres como fantasma, bruja… No hace nidos, así que pone sus huevos en cualquier época del año en huecos de árbol, entre rocas, chimeneas, graneros, campanarios, etc. Se ha adaptado a vivir cerca de humanos, y sus diversas subespecies están extendidas por todo el mundo salvo zonas con climas excepcionalmente fríos.
A los swazis no les gusta verlas ni tenerlas cerca por el miedo que les produce su aspecto y vuelo “brujil”, aunque son evidentemente beneficiosas en el control de la población de reptiles y roedores.
Y además manguta; “Miro disimuladamente el rollo de papel higiénico, así como quien no quiere la cosa, me subo en él, y… a correr (o a volar mas bien).”
Y a La… Ella se ve que le gustó la zona, y se quedó a vivir. A las noches se posaba en un cable eléctrico que pasa al lado de la valla que delimita el jardín, a unos 40 metros de mi ventana, desde donde cazaba y emitía su variedad de llamadas.
Hace 10 meses me compré una manada de teclas (con las que escribo esto) conectadas a una caja negra, y unos señores pusieron en el exterior del muro, justo frente a mi ventana, un nuevo poste al lado del de la electricidad. Del poste sale un cable, atraviesa por el aire 40 metros de jardín, y entra por un agujerito en la pared a mi habitación, acabando conectado a la caja negra y manada de teclas. Que emoción, por fin conectado al resto del mundo. Internet había llegado; Lento, muy lento, con limitación mensual, carísimo, pero aquí estaba. La modernidad había llegado, la era de las comunicaciones había alcanzado también mi casa en Africa.
Curiosamente, cuando me sentaba a las noches al teclado, a veces se podía oír un extraño “crotch crotch” proveniente del agujerito por donde entra el cable. Un día descubrí que el cable estaba demasiado tirante, y se movía claramente. Mirando fuera, la descubrí: en efecto, La… Ella había cambiado el cable de la luz donde solía posarse por mi cable telefónico, y se columpiaba y aleteaba muy ufana, posada en el excesivamente fino cable nuevo. Ahí la tengo, mirándome mientras escribo.
Estoy convencido de que controla todos mis bits que van y vienen por mi cable, quita y pone cosas a su antojo, el día que está vaga o resacosa mi velocidad internetera decrece ostensiblemente, se coge días libres a su antojo, en los cuales yo me quedo sin internet, y se pone a aletear y columpiarse en el cable con el simple objetivo de recordarme que, en el fondo, mi conexión africana a internet, depende de… Ella.